Cuando era joven, el noble aprendía el comportamiento que debe tener para ser un caballero. En el castillo de sus padres las damas le enseñaban a ser cortés y agradable, limpio, y dispuesto a prestar pequeños servicios a sus mayores. Muchos aprendieron a leer y escribir. Todos aprendieron a montar caballo y a jugar a juegos que terminaban por hacerles fuertes y diestros en el manejo de las armas. Se consideraba que la caza y la halconería buenos adiestramientos. El honor y la cortesía fueron importantísimos. El caballero andante debía honrar a todas las damas y ayudarlas en la necesidad. Cada día debía oír misa en la iglesia. Los viernes ayunaba, en memoria de los sufrimientos de Cristo.
La ceremonia para ser armado caballero
Después de un buen baño, el joven noble pasaba la noche velando sus armas y rezando en la capilla. Por la mañana, recibía la bendición de un cura y un golpe suave con la mano o la hoja de un arma.
Una oración típica:
Dirigimos a Ti, Señor, nuestras oraciones y Te pedimos que, con Tu mano derecha, bendigas esta espada con la que este Tu siervo desea ser ceñido; que ella defienda iglesias, viudas, huérfanos y a todos Tus siervos del azote pagano, que siembre el terror y el pánico entre los malvados y que actúe con justicia tanto en el ataque como en la defensa.
Al fin de la ceremonia podría entrar en batalla y hacer grandes hazañas para recibir fama. Salió en busca de adventuras con su escudero. Con frecuencia le daba tierra como premio a su escudero cuando lo sirvió bien. LLevaba armas con su escudo y espada al entrar en las batallas y aventuras.
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