viernes, 17 de abril de 2009

LISÍSTRATA de Aristófanes, adaptación del profesor de teatro Paco Tejedo

Les dejo una adaptación de la comedia LISISTRATA adaptada por un profesor de teatro Paco Tejedo.

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Escena I:
LISÍSTRATA CONVOCA A LAS MUJERES DE TODA GRECIA

Lisístrata.- Si las hubieran invitado
a la fiesta del dios Baco,1
a la del botellón,
habría mujeres a mogollón.
Y lo mismo a la fiesta del dios Pan,2
donde nos tocan el tambor, parapam, pam, pam.
Y a las de la diosa Ginecologopide, 3
ni te digo,
si allí nos tocan el higo.
Pero a esta reunión, como todos podéis ver,
no ha acudido ni una mujer. (Entra Cleonice)
Bueno, una, mi vecina Cleonice,
que siempre cumple la palabra dada.


Cleonice.- ¡Hola, Lisístrata, te veo preocupada! ¿Qué bicho te ha picado?
Lisístrata.- No me extraña que entre los hombres tengamos fama de ser malísimas.
Cleonice.- Y lo somos, por Zeus.
Lisístrata.- Las reúno para un asunto en que nos va la vida… y se quedan dormidas.
Cleonice.- Ya vendrán, querida. ¿Para qué nos convocas? ¿De qué tamaño es la cosa?
Lisístrata.- Grande.
Cleonice.- ¿Y es también gruesa?
Lisístrata.- Muy gruesa, por Zeus.
Cleonice.- Pues si es grande y gruesa…4 no entiendo cómo no han venido.
Lisístrata.- Si se tratara de lo que piensas, ya estarían todas aquí. Es otro el asunto que no me deja dormir: la salvación de Grecia, depende de las mujeres.
Cleonice.- ¿De nosotras? Tú no estás bien del perol. ¡Apañada va Grecia, si depende de nosotras!
Lisístrata.- Que termine esta guerra entre atenienses, espartanos, beocios, y… etcétera, depende que todas las mujeres de los nombrados estén aquí.
Cleonice.- Eso no te lo crees tú, ni borracha. ¿Eres consciente de que la mayoría nos dedicamos a estar sentadas, bien pintaditas, luciendo un modelito y con los zapatos de moda? 5
Lisístrata.- Eso es precisamente lo que espero que nos salve: los modelitos escotados, los bolsos a juego con los zapatos, los picardías transparentes, el maquillaje, las braguitas insinuantes.
Con todo eso espero que los hombres abandonen las lanzas, dejen los escudos, tiren los puñales y se acabe la guerra. ¿No tenían que estar ya aquí, las mujeres que avisamos?
Cleonice.- Hace tiempo que debían haber llegado volando. Pero las de Salamina estarán separando las piernas para montar sobre… “los barcos”.6 y que les den con el remo7 por la proa y por la popa. Y las acarnienses, ésas estarán empinando el codo y dándole de buena mañana a la botella. Bueno, parece que ya llegan las mujeres de Esparta y también las de Beocia.
Mirrina.- (Entran Mirrina y otras dos) ¿Llegamos tarde, Lisístrata? Es que, con la oscuridad, no encontraba el sostén. (Entra Lampito y dos más, guapísimas, con vestidos muy sugerentes)
Lisístrata.- Llegas tarde, Mirrina, mirtito mío.8 Ahí viene Lampitó. ¡Hola, querida espartana!
Cleonice.- (Aparte con Lisístrata) ¿La has llamado querida? Los espartanos están en guerra contra nosotros y son nuestros enemigos mortales.
Lisístrata.- (A Cleonice) La guerra la hacen los hombres. Esto es una negociación. (A Lampitó) ¡Cómo reluce tu belleza, guapísima! ¡Qué cuerpazo!
Lampitó.- (Habla en dialecto laconio o espartano9) Mi trabajo me cuesta, pues me entreno todos los días en el gimnasio y salto hasta darme en el culo con los talones.
Cleonice.- (Toquiteándola e imitando su acento) ¡Y el pedazo de tetas que se gasta!
Lampitó.- (Le aparta las manos) ¡Quita chiquilla, deja de sobarme, que me estás palpando igual que a una víctima para el sacrificio! 10
Lisístrata.- (Por una de las acompañantes) ¿Y esta jovencita?
Lampitó.- Una beocia de la nobleza que ha venido a ponerse de su parte.
Lisístrata.- ¡Menuda llanura11, menudo huertecillo tiene entre las piernas!
Lampitó.- Y bien cultivado. Entre nosotras, ha venido con el poleo12 depilado
Cleonice.- ¿Y esta otra chica imponente?
Lampitó.- Sí que las tiene imponentes. Es de Corinto, de muy rebuenísima familia.
Lisístrata.- ¡Rebuenísima sí que está!
Lampitó.- Vamos a ver, ¿quien es Lisístrata, la que ha reunido a esta tropa de mujeres?
Lisístrata.- Yo, aquí.
Lampitó.- Dinos lo que quieres que hagamos.
Cleonice.- Exacto, querida, dinos esa cosa tan gorda que te traes entre manos y que no te deja dormir.
Lampitó.- ¡Mira que es malo no poder dormir!
Lisístrata.- Os lo digo después de que me respondáis a una pregunta pequeñita. ¿No echáis de menos a vuestros maridos? ¿Cuánto tiempo hace que no los veis?
Cleonice.- Cinco meses lleva mi marido fuera de casa, vigilando a prisioneros en Tracia.
Mirrina.- El mío, siete meses completos en el cuartel de Pilos. Siete meses sin tocarme ni un pelo.
Lampitó.- El mío, si alguna vez viene del frente, con el escudo puesto, se acuesta, me despacha en minuto y medio, y sale corriendo. A dos velas me deja el tío.
Lisístrata.- ¿Y no queréis poner fin a esta guerra con mi ayuda?
Todas.- Sí, sí, claro.
Cleonice.- Yo sí, aunque tuviera que privarme de este vestido que acabo de estrenar.
Mirrina.- Yo me dejaría cortar en dos, con tal de que terminara la guerra.
Lampitó.- Yo me arrojaría desde lo alto del monte Taigeto.13
Lisístrata.- Pues voy a decíroslo. (La rodean) vamos a obligar a los hombres a hacer la paz.
Todas.- ¿Cómo?
Lisístrata.- Tenemos que abstenernos…
Cleonice.- ¿De qué?
Lisístrata.- Tenemos que abstenernos del cipote. (Se alejan todas de Lisístrata y le dan la espalda) Bueno, pero… ¿por qué me dais la espalda?
Cleonice.- Yo no puedo hacerlo; que siga la guerra.
Mirrina.- Ni yo tampoco; por Zeus; que siga la guerra.
Lisístrata.- ¡Hace un momento decías que te dejarías cortar por la mitad!
Mirrina.- Yo no dije nada de la minga. Estoy dispuesta a andar sobre el fuego. Eso antes que el cipote: no hay nada comparable, Lisístrata, guapa.
Lisístrata.- (A Mirrina) Y tú, ¿por qué?
Mirrina.- Yo también prefiero andar sobre el fuego; que siga la guerra.
Lisístrata.- ¡Oh requeteputa toda nuestra raza! Claro, luego, en las tragedias, dirán que no somos más que follar y parir. ¿Y tú, Lampito, qué dices? Si una espartana se pone de mi lado, aún podríamos salvar el asunto.
Lampitó.- Por los dioses, es difícil que las mujeres duerman sin su capullito, solas del todo. Sin embargo, sea, que hace mucha falta la paz.
Lisístrata.- Tú sí que eres una mujer y no todas éstas.
Cleonice.- Y si no catáramos ni en sueños la pilila, no quiera Zeus que ocurra, ¿influiría eso mucho para que se hiciera la paz?
Lisístrata.- Mucho. Imaginad que estamos en nuestra casita, todas monas, maquilladitas, paseándonos desnudas, bajo un velo transparente y con el triángulo depilado. Y venga paseítos hasta poner cachondos a nuestros maridos y que ardan en deseos de acostarse con nosotras; pero nosotras, ni caso, hasta que hicieran la paz. Veríais qué pronto se iba a terminar la guerra.
Lampitó.- Eso hizo Menelao cuando vio las manzanas de Helena que se paseaba en pelotas; tiró una espada,(Gesto de arrojarla) y sacó enseguida la otra espada. (Gesto de erección)
(A Lisístrata) A nuestros maridos, nosotras los convenceremos para que hagan una paz justa, pero a esa gente ateniense, ¿cómo se la puede convencer para que no digan tonterías?
Lisístrata.- Pierde cuidado, nosotras convenceremos a la parte que nos toca.
Lampitó.- Eso no puede ser mientras sus naves naveguen y haya dinero guardado en el templo de Atenea.
Lisístrata.- También eso está previsto, ya que nos apoderaremos de la Acrópolis hoy mismo. Mientras nosotras nos ponemos de acuerdo, he ordenado a las más ancianas que aparentando celebrar un sacrificio, se apoderen de la Acrópolis.
Lampitó.- Lo que dices tiene fundamento.
Lisístrata.- Lampitó, ¿Por qué no hacemos todas un juntas un juramento para que esto sea inviolable?
Lampitó.- Pues haznos saber la fórmula, a ver cómo juraremos.
Lisístrata.- A parte de la fórmula, sobre qué vamos a jurar.
Cleonice.- Sobre un copa grande y negra boca arriba y degollando, en vez de un cerdo, un cántaro de vino de Tasos. Hay que jurar que no le echaremos agua encima. 14
Lampitó.- ¡Cómo me gusta este juramento!
Lisístrata.- ¡Que alguien traiga una copa y un cántaro! (Una entra el cántaro y una copa enorme)
Cleonice.- ¡Qué placer poder coger este coponcio! (Le echa mano a la copa)
Lisístrata.- Dame el cerdo, a ver cómo es su sangre para el sacrificio.15 (Mientras vierte el vino en la copa) Diosa Persuasión y Copa de la Amistad, 16 recibe estos sacrificios y que sean favorables para las mujeres.
Cleonice.- Buen color tiene esa sangre.
Lampitó.- Y huele de maravilla.
Cleonice.- Mujeres, dejadme jurar a mí la primera.
Lisístrata.- No, por Afrodita, cuando te llegue el turno. Tocad todas la copa. (A Lampito que no la toca) Lampitó, la copa, que esto es una negociación, un pacto entre enemigos que han de dejar de serlo. Repetid todas conmigo: “Ningún hombre, ni amante, ni marido…”
Todas.- “Ningún hombre, ni amante, ni marido…”
Lisístrata.- “Se acercará a mí en erección.”
Todas excepto Cleonice.- “Se acercará a mí en erección.”
Lisístrata.- (A Cleonice) Dilo.
Cleonice.- ¡Ay, que se me debilitan las rodillas!
Lísístrata.- Dilo: “se acercará a mí en erección.”
Cleonice.- (De mala gana o mejor, casi lloriqueando) “Se acercará a mí en erección.”
Lisístrata.- Continuamos. “En casa pasaré el tiempo sin mi toro...”
Todas.- “En casa pasaré el tiempo sin mi toro…”
Lisístrata.- “con mi vestido escotado y transparente…”
Todas.- “con mi vestido escotado y transparente…”
Lisístrata.- “para que mi marido se ponga cachondo, ...”
Todas.- “para que mi marido se ponga cachondo, ...”
Lisístrata.- “y se incendie de pasión.”
Todas.- “y se incendie de pasión.”
Cleonice.- ¿Y si nos obligan a la fuerza?
Lisístrata.- “Seré tan fría como el hielo, y no le seguiré en sus meneos”
Todas.- “Seré tan fría como el hielo y no le seguiré en sus meneos”
Lisístrata.- “No me pondré ni patas arriba, ni a cuatro patas.”
Todas.- “No me pondré ni patas arriba, ni a cuatro patas.”
Lisístrata.- “Si cumplo el juramento, podré beber este vino”
Todas.- “Si cumplo el juramento, podré beber este vino”
Lisístrata.- “Pero si no lo cumplo, que se llene de agua la copa”
Todas.- “Pero si no lo cumplo, que se llene de agua la copa”
Lisístrata.- ¿Declaráis todo esto bajo juramento?
Todas.- Sí, por Zeus, padre de todos los dioses.
Lisístrata.- Yo misma haré la ofrenda. (Coge la copa para bebérsela)
Cleonice.- Bebe tu parte, únicamente un sorbito, para que nos llegue a todas y seamos así amigas.
Mientras van bebiendo cantan
(El vino, el vino, el vino
sella nuestra amistad;
al vino, al vino, al vino
todas juntas honrad.
Si algo te duele, vecina,
úsalo de medicina.
Si algo te duele, mi amor,
¡vino a beber del mejor!
El vino, el vino, el vino …
Agua le dan a los bueyes,
vino le dan a los reyes;
no mires lo que bebía,
sino la sed que tenía
El vino, el vino, el vino) Se oye un griterío de mujeres


Lampitó.- ¿Qué es ese griterío que se oye?
Lisístrata.- Las mujeres se han apoderado de la Acrópolis. Tú, Lampitó, ponte en camino y organiza a tu gente. A estas dos, déjalas aquí (Se va Lampitó) y que vengan con nosotras a la Acrópolis para ayudar a las que están allí a echar los cerrojos y atrancar sus cinco puertas.
Cleonice.- ¿No crees que los hombres van a venir enseguida, en masa, contra nosotras?
Lisístrata.- Poco me importa, que no vendrán trayendo tantas amenazas ni tanto fuego que puedan abrir las puertas, a no ser en las condiciones que hemos dicho de abandonar inmediatamente la guerra. Vámonos a la Acrópolis. (Salen de escena)
Escena II:
LOS ANCIANOS TRAMAN INCENDIAR LA ACRÓPOLIS


Coro de ancianos.- (Con un tronco al hombro y antorchas)
Canción de los troncos:
(Tronco, tronco, tronco, tronco de madera;
Seco, seco, seco, arde como cera.
Infames traidoras conquistan, saquean
la Acrópolis santa, la luz de Atenea.
Mujeres, mujeres, malvadas, malvadas.
Hagamos buen fuego y todas quemadas.
Tronco, tronco, tronco, ronco de madera;
Seco, seco, seco, arde como cera.)

Corifeo 17 A (de ancianos).- Si la Acrópolis queremos
reconquistar enseguida,
organizarnos debemos,
que en ello nos va la vida.
Coro de A (ancianos).- Haremos lo que tú digas.
Corifeo A.- Tenemos que destrozarlas,
Coro de A.- romperlas, hacerlas migas,
Corifeo A.- derrotarlas, machacarlas,
Coro de A.- aplastarlas como hormigas.
Corifeo A.- ¿Y que haremos con Lisístrata, su cabecilla?
Coro de A.- ¡La haremos puré, la haremos papilla!
Corifeo A.- A la Acrópolis vayamos;
estos troncos arrimemos;
inmensa hoguera prendamos
y a todas las chamusquemos.
Coro de A.- De nosotros no se van a reír
ese grupo de mujeres insensatas.
Corifeo A.- Mogollón nos vamos a divertir
cuando encendamos las fogatas.
Si logramos arrimar
estos troncos a las muralla,
las hemos de ver arder
(cual muñecos de una falla)
Los troncos coloquemos
cerca de las cinco puertas;
y si los encendemos,
ya pueden darse por muertas.
Escena III:
LAS MUJERES DEFIENDEN LA ACRÓPOLIS

Entran las mujeres con barreños o cántaros de agua. Suben a la parte elevada que simula ser la Acrópolis

La Corifeo.- Hay que darse muchísima prisa. Los hombres estarán aquí enseguida, dispuestos a quemarnos vivas.
Coro Mujeres.- Nos quieren achicharrar,
mas no lo van a lograr:
agua va, agua viene,
con ella el fuego se detiene.
.
La Corifeo.- ¿Habéis traído agua suficiente para detener el asalto?

Coro Mujeres.- Hemos oído que unos viejos chochos
traen troncos para quemar las puertas.
Decían palabras amenazadoras:
“hay que asar a las puñeteras mujeres”.

Entran los ancianos con troncos y antorchas. Colocan los troncos y prenden fuego.

La Corifeo.- ¡Vaya atajo de viejos majaderos! Pero ¿qué es eso? ¡Si serán hijos de mala puta!
Corifeo A.- ¡Eso sí que no esperábamos verlo: menudo enjambre de mujeres! (Con ironía) ¡Cuidado, que pican como las avispas!
La Corifeo.- ¡Ya vemos que estáis cagados de miedo!
Corifeo A.- ¿Vamos a dejarles decir disparates? ¿No sería mejor que alguien rompiera su cachiporra y las moliese a palos?
La Corifeo.- ¿Nos vais a dar con la cachiporra?
Coro Mujeres.- ¡Uy, qué miedo! ¿Cuánto mide esa cachiporra?
Corifeo A.- No hay criatura más desvergonzada que las mujeres.
La Corifeo.- ¡Tened los cántaros de agua preparados!
Corifeo A.- Enemiga de los dioses, ¿para qué has traído agua?
La Corifeo.- ¿Y tú, cadáver ambulante, por qué juegas con fuego? No ves que puedes quemarte.
Corifeo A.- Voy a encender estos troncos y asediar con fuego a tus amigas.
La Corifeo.- Yo voy a apagar tu tronco con agua fría.
Corifeo A.- ¿Qué hacemos?
Coro de A.- Asarlas con nuestra antorcha aquí mismo.
Coro Mujeres.- Ahora ya no tienen tronco, ahora tienen antorcha. ¿Cómo está de caliente esa antorcha?
La Corifeo.- Vamos a darle un baño a esas antorchas.
Corifeo A.- ¿Un baño tú a mi, so guarra?
La Corifeo.- Sí, un baño, y nupcial, desnuditas contigo, bajo el agua.
Corifeo A./ ¿Habéis oído su descaro?
Coro A.- Sólo dicen que cochinadas, las muy asquerosas.
Corifeo A.- Hay que quemarle el pelo a la que más habla.
La Corifeo.- Difícil que me chamusques con tu antorcha, el de abajo lo llevo depilado. ¡Agua con ellos!
(Arrojan agua sobre los ancianos)
Corifeo A.- ¡Sí que estaba fría el agua puñetera!
La Corifeo.- Como tienes fuego, podrás calentarte.


Escena IV:
PASO A LA AUTORIDAD: LLEGA EL COMISARIO
(Entra el Comisario con unos arqueros escitas 18 )

Comisario.- (Yo soy el Comisario,
yo soy la autoridad.
Qué ocurre en este barrio
yo voy a averiguar,
yo voy a averiguar.
Problemas con mujeres,
son malos de arreglar;
más vale hacerse el loco,
dejarlos como están,
dejarlos como están.)

¿Los gritos que proferían eran alguna desvergonzada celebración como las que acostumbran las mujeres para venerar con desenfrenadas orgías a Sabacio,19 esa divinidad obscena?

Corifeo A.- Además de ese descaro, nos han dado un baño y nos han dejado las túnicas peor que si nos hubiésemos meado en ellas.
Comisario.- La culpa la tenemos los hombres, porque cuando hacemos granujadas en unión de las mujeres y las iniciamos en el vicio, luego surgen ideas de este tipo. A nosotros, en casa de los artesanos, se nos escapa por la boca: “Joyero, bailando la otra noche con mi mujer, al collar aquel que reparaste, el pirindolo se le salió del agujero. Yo tengo que embarcar para Salamina. Si tienes tiempo, ven a mi casa esta noche y métele el pirindolo en el agujero. Y no te digo nada cuando en casa de un zapatero joven, que tiene un cipote nada infantil, se nos ocurre decir: Zapaterito, el dedito del pie de mi mujer que es muy delicado, se lo oprime una correa. Ven a mediodía, tráete una horma gruesa y le ensanchas el hueco para que entre más suave. Este tipo de cosas nos ha llevado a la situación actual.
De acuerdo con mi cargo de comisario, consigo naves y remeros. Y cuando vengo a retirar la cantidad que se necesita para pagar el sueldo de los remeros, me encuentro que la Acrópolis, donde se guarda el dinero, está en mano de las mujeres.
Mis guardias, 20 traed las barras, apalancaremos las puertas y las echaremos abajo.
Lisístrata.- (Abre la puerta y sale) No apalanquéis nada. Ya salgo yo sin necesidad de destrozar las puertas. No son barras de hierro lo que se necesita, sino sentido común y mollera.
Comisario.- ¿Con que sí, eh, guarra? ¡Arquero, deténla y átale las manos a las espalda!
Lisístrata.- Por la diosa Ártemis y sus flechas de caza, 21 como me toques con la punta de un dedo, te vas a enterar.
Comisario.- ¡Cogedla de la cintura y atadla de una vez!
Cleonice.- ¡Por Selene luminosa, la diosa lunar,22 como la toques, te pateamos el hígado y te vas a cagar encima!
Comisario.- ¡Ata primero a “Tevasacagarencima”, por bocazas!
Lisístrata.- (Incitando a las demás mujeres) ¡Hay que arrancarles el pelo!
Comisario.- ¡Avancemos hacia ella en línea de combate!
(Se colocan en formación, pero las mujeres van a hacer lo mismo y son muchas más)
Lisístrata.- ¡Todas fuera! ¡Al ataque, vendedoras de grano, verduleras, carniceras, vendedoras de ajos, panaderas! ¡Arrastradlos, golpeadlos, despedazadlos!
Coro mujeres.- (Salen en tropel pero se colocan velozmente en formación frente a los guardias)
¡Arrastradlos, golpeadlos, despedazadlos! (Los guardias huyen)
Comisario.- ¡Ay de mí, que derrota tan vergonzosa!
Lisístrata.- ¡Anda ya! ¿es que pensabas que las mujeres no tienen agallas?
Cleonice.- Claro, se creía que sólo los hombres tienen pelotas. Nosotras también las tenemos, pero … en otro sitio. 23
Corifeo A.- No sé porqué te enzarzas en discusiones con estas fieras.
La Corifeo.- Hay que dejar al prójimo en paz, si no quieres salir con un ojo morado y la cabeza descalabrada. Las mujeres estamos tranquilas, pero si vienen a chuparnos la miel, nos encendemos como un avispero.
Coro A.- Zeus todopoderoso, ¿cómo podemos tratar a estas alimañas salvajes? ¿Con qué intención han tomado la escarpada, la rocosa, la infranqueable, la sagrada Acrópolis?
Corifeo A.- No te dejes engatusar. Llévales siempre la contraria. Sería una vergüenza dejar sin solucionar este asunto.
Comisario.- ¿Por qué habéis puesto cerrojos a la ciudadela?
Lisístrata.- Para poner a salvo el dinero y para que no hagáis la guerra por su culpa.
Comisario.- ¿Que guerreamos por dinero?
Lisístrata.- Sí. Y también por el dinero se originan todos los líos y jaleos. Los políticos y los que andan detrás de cargos públicos, para poder robar, siempre arman algún alboroto. Así que hagáis lo que hagáis, el dinero, ahora no lo vais a coger. Lo vamos a administrar nosotras.
Comisario.- ¿Que vosotras vais a administrar el dinero?
Lisístrata.- ¿De qué te extrañas? ¿No somos nosotras las que os administramos todo lo de la casa?
Comisario.- No es lo mismo.
Lisístrata.- ¿Cómo que no es lo mismo?
Comisario.- La guerra hay que hacerla contando con ese dinero.
Lisístrata.- Lo primero de todo es que no hay que hacer ninguna guerra.
Comisario.- ¿Y cómo nos salvaremos de los ataques del enemigo?
Lisístrata.- Nosotras os salvaremos
Coro A.- ¿Vosotras?
Coro Mujeres.- Sí, nosotras.
Comisario.- (Ríe estúpidamente)¡Ay, qué gracioso, me voy a mear de risa!
Lisístrata.- Cuenta que te salvarán, aunque no quieras.
Comisario.- ¿Y si yo no quiero que me salven?
Lisístrata.- Entonces, mucho más.
Comisario.- ¿Y de dónde, carajo, os viene es preocupación por la guerra y la paz?
Lisístrata.- Ahora os lo explicaremos. Nosotras, en las primeras fases de la guerra, por educación y por prudencia, aguantábamos cualquier cosa que hicierais vosotros, los hombres, aunque lo que hacíais no nos gustaba nada. Nosotras estábamos bien enteradas de las resoluciones que tomabais en la guerra. Algunas eran auténticos disparates. Cada vez que tomabais una decisión, era peor que la anterior. Y os preguntábamos: ¿Cómo es que actuáis de una forma tan descabellada? Y los maridos, echándonos una mirada atravesada, con mala baba, nos gritaban: “La guerra es cosa de hombres”
Comisario.- ¡Bien dicho!
Lisístrata.- ¿Cómo que bien dicho? ¡Vaya parida! Ni siquiera cuando la cagabais con vuestras decisiones, nos dejabais sugerir un consejo y nos hacíais callar. Pero claro, cuando os disteis cuenta de que no había ni un solo hombre sensato en todo el país, entonces, las mujeres decidimos salvar Grecia. Así que ahora, callad vosotros, y. si nos escucháis, tal vez podríamos salvaros.
Comisario.- ¿Vosotras a nosotros? ¡Anda ya!
Lisístrata.- Cállate, majadero.
Comisario.- ¿Porque tú lo digas, hija de…?
Cleonice.- ¡Eh, mucho cuidado con lo que decimos!
La Corifeo.- Mujeres, ha llegado el momento de demostrar nuestro coraje, nuestra sabiduría y nuestro valor patriótico.
Lisístrata.- Si Afrodita, la dulce diosa del amor, nos infunde deseo en nuestros senos y en nuestros muslos, si Eros hace crecer en los varones una tiesura persistente, a partir de ahora nos van a llamar las “Acabaguerras”.24
Comisario.- ¿Por haber hecho qué?
Lisístrata.- Por intentar que, a partir de ahora, cuando vayáis a comprar al mercado, lo hagáis sin armas y sin hacer chifladuras. ¿No os parece ridículo ir con lanza a comprar un perol de barro o unas verduras?
Comisario.- Son hombres muy valerosos y han de ir con las armas puestas.
Lisístrata.- Pues si que tiene gracia que un tío, con un escudo representando a las feroces Gorgonas con cabello de serpientes, 25 va y compre unos pescaditos.
Cleonice.- Yo he visto a un capitán, montado a caballo, con larga melena, echar en su casco de bronce, puré de lentejas que le vendía una vieja. Y a un soldado mercenario con escudo y jabalina asustando a la vendedora de higos secos.
Comisario.- ¿Cómo os las vais a arreglar vosotras para reconciliar y poner fin a tal cantidad de asuntos enmarañados en las ciudades griegas?
Lisístrata.- Cuando un ovillo de lana se enreda, lo desenredamos. Si nos dejáis hacer, también desenredaremos esta guerra. Por el hilo se saca el ovillo.
Comisario.- Vaya estupidez. Así que con hilos y ovillos vais a arreglar unos asuntos tan terribles, sin haber tomado parte alguna en la guerra?
Lisístrata.- Aguantamos la guerra el doble que los hombres. Damos a luz a nuestros hijos y los enviamos a la caballería del ejército a morir en combate
Comisario.- Cállate y no recuerdes tristes batallas donde perdimos a la mitad de los hombres.
Lisístrata.- Y luego, cuando deberíamos divertirnos y gozar de nuestra juventud, dormimos solas por culpa de que nuestros maridos están siempre de expedición militar. Y lo nuestro, pase, pero las chicas jóvenes envejecen solteras en sus casas porque los hombres jóvenes están todos en el campo de batalla.
Comisario.- ¿Es que los hombres no envejecen?
Lisístrata.- Por Zeus, no es lo mismo. Cuando el hombre regresa, aunque tenga canas, enseguida se casa con una chica joven. Pero el momento de la mujer es breve, y si no lo aprovecha, nadie quiere casarse con ella.
Comisario.- (Chulesco) Es que los hombres, aunque seamos viejos podemos…procrear.
Lisístrata.- ¡Muérete ya!
Cleonice.- ¡Si será fantasma! (Las mujeres lo rodean) ¡Cómprate un ataúd!
Mirrina.- Traed una corona de muerto para este bocazas.
Comisario.- ¡Todo me tiene que pasar a mí! ¡Me quejaré de vosotras ante los magistrados! (Sale)
Lisístrata.- Ay, pobrecillo, ¿nos vas a denunciar por estar ensayando tu entierro? (Salen las mujeres)

Escena V:
ENFRENTAMIENTO CORO DE MUJERES – CORO DE ANCIANOS

Coro de A. (Esto está oliendo muy mal.
Me temo que las mujeres
pacten con los espartanos
entreguen nuestro dinero
y nos dejen sin salario.
Es un presagio fatal:
esto está oliendo muy mal)
Corifeo.- Pretenden que con los laconios // la paz hagamos;
de esos laconios o espartanos // no nos fiamos.
Con esa gentuza // una sola cosa es cierta:
¿quién se fiará de un lobo // con la boca abierta?
Coro Mujeres.- Ya veis lo que estos hombres geniales // han discurrido;
no se fían ni de la madre // que los ha parido.
La Corifeo.- No sé si sabrán o no sabrán
lo que dice el famoso refrán:
“Piensa el ladrón…
Coro Mujeres.- que todos son de su condición.”
Coro Ancianos.- ¿Qué hombre podrá aceptar // tales declaraciones,
si tiene, como nosotros, // bien puestos los cojones.
¡Fuera los mantos! (Se los quitan) // ¡Abajo los desodorantes!
¡Y, sí, que nos huelan los sobacos como antes!
(Posturas amenazantes)

Corifeo.- Son las mujeres unas nuevas amazonas,
montan a caballo, pero no nos acojonan.
Si las dejáramos, un ejército formarían
y contra la propia patria se levantarían.
Coro Mujeres.- Con tantas majaderías, dan pena;
no son más tontos, porque no se entrenan.
También nosotras estos mantos nos quitaremos;
seguro que a cerdo, como los hombres, no oleremos.

(Posturas amenazantes)
La Corifeo.- ¿Preparad nuevas armas por si se atreven a atacar!
Si mueven un solo dedo, de nosotras se van a acordar! (Al resto de mujeres)
Por ahí veo venir a Lisístrata y no trae muy buena cara. ¿Qué pasa?


Lisístrata.- ¿Que qué pasa? Que no estamos bien de la cabeza, eso pasa.
El Corifeo.- ¡Al loro! Pegad la oreja a la muralla, a ver si podemos enterarnos de lo que están tramando. (Los hombres salen de escena)


Escena VI:
LAS MUJERES FLAQUEAN

Lisístrata.- Estoy totalmente desanimada.
La Corifeo.- ¿Qué dices?
Lisístrata.- Para que los hombres acaben con esta guerra, las mujeres tenemos que pensar con la cabeza, no con el coño. Esa es la desgracia que nos pasa.
La Corifeo.- Cuenta lo que ocurre, nosotras somos tus amigas.
Lisístrata.- En dos palabras: nos morimos de ganas de follar.
La Corifeo.- ¡Ay, por Zeus!
Lisístrata.- Yo ya no soy capaz de mantenerlas apartadas de los hombres: se escapan. A una la pille agrandando una grieta para escaparse por la muralla; a otra la vi cómo se deslizaba, ayudada por una polea; a dos más las sorprendí pasándose al enemigo. Ponen todas las excusas posibles con tal de marcharse a su casa. Mirad, ahí viene una. Ya veréis cómo tengo razón. (Entra la mujer 1) ¿Dónde vas tan aprisa corriendo?
Mujer 1.- Tengo que ir a arreglar unas lanas de Mileto, buenísimas, que me las están haciendo polvo las polillas.
Lisístrata.- ¿Qué polillas ni qué historias? ¡Vuelve sobre tus pasos!
Mujer 1.- Volveré enseguida cuando extienda la lana sobre la cama y la separe.
Lisístrata.- En cuanto te extiendas tú sobre la cama y separes las piernas, será. (Entra la mujer 2)
Mujer 1.- ¿Tengo que dejar que se eche a perder la lana?
Lisístrata.- Si hace falta, sí.
Mujer 2.- ¡Ay, desgraciada de mí, he dejado el capullo del lino sin pelar!
Lisístrata.- ¿Así que el capullo del lino? ¡Anda para adentro!
Mujer 2.- ¡Te lo juro por Selene, la luminosa diosa de la luna!
Lisístrata.- ¿Ha dicho capullo? Otra que tiene ganas.
Mujer 2.- Te prometo que volveré enseguida.
Lisístrata.- ¡Anda para adentro, capulla!
(Entra una tercera mujer que simula un embarazo)
Mujer 3.- ¡Oh soberana Ilitia, diosa del parto, 26 contén el mío hasta que salga de la Acrópolis, sitio prohibido para tal menester!
Lisístrata.- ¿Qué bobadas dices?
Mujer 3.- Estoy a punto de dar a luz.
Lisístrata.- Pero si ayer ni siquiera estabas preñada.
Mujer 3.- Pues hoy sí. Lisístrata, déjame ir a casa a buscar a la comadrona.
Lisístrata.- (Le quita el cojín con el que simulaba el embarazo) ¿Y esto?
Mujer 3.- No puedo dormir desde que la otra noche vi la Serpiente Guardián que protege la Acrópolis.
Lisístrata.- La serpiente de tu marido es lo que tú quieres ver.
Mujer 3.- Por culpa de las lechuzas que ululan sin parar, es por lo que me muero de insomnio.
Lisístrata.- ¡Basta ya de disparates! ¡Somos una mierda de mujeres! Nos volvemos majaras por los hombres. ¿Pero qué creéis… que ellos no se despepitan por nosotras? Las noches que ellos pasan sin nosotras son terribles. Así que aguantad un poco más y conseguiremos la victoria. Sería bochornoso que traicionáramos el juramento que hicimos sobre la copa.
(Entran todas en la Acrópolis)

Escena VII:
DOS HISTORIAS CONTADAS POR LOS DOS COROS
Coro Ancianos.- (Quiero contaros una historieta
que oí cuando era un niño de teta.
Un cazador llamado Melanión
odiaba a las mujeres, mogollón.
Liebres cazaba, muchos conejos;
vivía feliz y siempre contento.
¡Ay, Melanión! ¿me puedes ayudar?
No intentes con mujeres, ni el hablar.)

Corifeo de ancianos.- Vieja, quiero darte un beso… / y pegarte una patada. (Levanta la pierna)

La Corifeo.- (Sujetando la pierna y mirando) Lo que veo está espeso / y no abulta nada.

Coro Mujeres.-
Era una vez un tal Timón, barbudo,
que odiaba a los hombres por ser cornudos.
A gran parte de ellos los maldecía:
crueles y perversos le parecían.
Era Timón un tío cojonudo
que siempre nos daba un gran saludo.
A gran parte de hombres los despreciaba,
pero a las mujeres nos adoraba.

La Corifeo.- ¿Quieres que te dé en los morros?

Corifeo de ancianos.- ¡Uy, qué miedo, socorro!

La Corifeo.- ¿O te sacudo una patada que te asombre?

Corifeo de ancianos. Si levantas la pierna, se te verá el tragahombres. (Salen todos de escena)
Escena VIII:
MÍRRINA SEDUCE A SU MARIDO CINESIAS

(Entran Lisístrata, Mírrina y otras mujeres)

Lisístrata.- ¡Oh mujeres, venid aquí a mi lado, rápido!
Mírrina.- ¿Qué pasa?
Lisístrata.- Un hombre, un hombre veo que se acerca trastornado, poseído por
los éxtasis de Afrodita.27 Sigue por ese camino tan tieso 28 que llevas.
Mírrina.- ¿Dónde, dónde?
Lisístrata.- Junto al templo de Deméter que protege los cultivos.29 ¿Lo conoce alguna de vosotras?
Mírrina.- ¡Toma, yo, por Zeus, es mi marido Cinesias!
Lisístrata.- Lo que tienes que hacer es ponerlo cachondo, engatusarlo y decirle que sí a todo, menos a los que juramos sobre la copa de vino.
Mírrina.- Descuida, así lo haré. (Mirrina se esconde)
Lisístrata.- Me quedo aquí contigo para ayudarte. (A las demás mujeres) Ahora marchaos. (Salen)
(Entra Cinesias con un criado que lleva a un niño de teta)

Cinesias.- (Debajo de la túnica se le nota la enorme erección)
¡Ay de mí, desdichado,
esta rigidez es una locura;
me aprieta demasiado,
no tiene compasión y me tortura.


Lisístrata.- ¿Quién está ahí que ha rebasado la línea de los puestos de guardia?
Cinesias.- Yo
Lisístrata.- ¿Un hombre?
Cinesias.- (Señalando su erección) ¿Qué no se nota?
Lisístrata.- ¡Largo de aquí!
Cinesias.- ¿Quién eres tú que me echas?
Lisístrata.- Un centinela de día.
Cinesias.- Por los dioses, entonces, llámame a Mírrina.
Lisístrata.- ¿Quién eres tú para que yo te llame a Mírrina?
Cinesias.- Su marido, Cinesias de Leónidas.
Lisístrata.- Vaya, vaya, así que tú eres el famoso Cinesias de Jodióndidas, del que tu mujer habla maravillas.
Cinesias.- Ve y llámala.
Lisístrata.- Y ¿qué me vas a dar a cambio?
Cinesias.- ¿Yo? (Señala su miembro) Esto, por Zeus, es todo lo que tengo.
Lisístrata.- Bien, ahora iré a llamártela.
Cinesias.- A toda prisa. Pues no tengo ninguna ilusión desde que se marchó de casa.
Mírrina.- Yo le quiero, pero él no deja que le quiera. No pienso bajar a verlo.
Cinesias.- Mirrinita, encanto, amor mío, ¿por qué me haces esto?
Mírrina.- No te hago ninguna falta.
Cinesias.- Sí que me haces falta, estoy destrozado
Mírrina.- Me marcho.
Cinesias.- No, escucha por lo menos al niño, que lleva seis días sin lavar ni mamar.
Mírrina.- ¡Si serás un padre desgraciado! ¡No te da vergüenza! (Baja a ver al niño)
Cinesias.- Cuando se enfada, aún me pone más.
Mírrina.- Ven, criaturita de un mal padre, ven que te bese, ternura de mamaíta.
Cinesias.- Majadera, ¿por qué te portas así y haces caso a las otras mujeres? (Se acerca a tocarla)
Mírrina.- No me toques.
Cinesias.- Nuestra casa está echada a perder.
Mírrina.- Me importa un rábano.
Cinesias.- ¿No quieres practicar en la cama conmigo los ritos de Afrodita que tanto te gustan?
Mírrina.- No, hasta que no hagáis las paces y pongáis fin a la guerra.
Cinesias.- Vale, si eso te parece bien, hasta eso haremos.
Mírrina.- Pues cuando lo hagáis, yo regresaré a casa. Pero ahora he jurado que no.
Cinesias.- Va, acuéstate conmigo.
Mírrina.- Ni hablar, pero no te diré que no te quiero.
Cinesias.- ¿Qué me quieres? Entonces ¿por qué no estás ya acostada, Mirrinita mía?
Mírrina.- ¡Fantoche, payaso!, ¿delante del niño?
Cinesias.- (Al criado) Llévatelo a casa. (El criado obedece) Hala, ya se ha marchado el niño. ¿No te acuestas ahora?
Mírrina.- ¿Dónde se puede hacer eso, calamidad?
Cinesias.- Aquí mismo
Mírrina.- ¿Y voy a violar el juramento, desdicha de hombre?
Cinesias.- ¡Qué recaigan sobre mí las consecuencias del juramento!
Mírrina.- Está bien, traeré una esterilla para los dos.
Cinesias.- De eso nada. Nos basta con el suelo.
Mírrina.- Aunque seas como eres, no voy a hacerte acostar en el suelo (Se aparta. Se ve a Lisístrata dándole lo que necesita)
Cinesias.- Esta mujer me quiere. Está bien claro.
Mírrina (Regresa) Aquí está. Échate de una vez, yo ya me desnudo. Pero ahora que me acuerdo, hay que traer una sábana.
Cinesias.- No me hace falta. (Se acuesta)
Mírrina.- Sí, por Ártemis, que es vergonzoso hacerlo sobre un catre
Cinesias.- Déjame besarte.
Mírrina.- Espera. (Se aparta. Lisístrata le da la sábana)
Cinesias.- Vuelve a toda prisa.
Mírrina.- Aquí está la sábana. Toca. Mira qué fina. Pero… no tenemos almohada.
Cinesias.- No necesito almohada.
Mírrina.- Pero yo sí. Vuelvo enseguida (Se aparta. Lisístrata le da la almohada)
Cinesias.- (Mirándose la erección) ¡Ay capullito tienes más hambre que Hércules convidado a un banquete.30
Mírrina.- Levántate, ponte de pie. (Cinesias obedece) Ya lo tengo todo,
Cinesias.- Ven aquí, tesorito.
Mírrina.- Ahora me quito el sujetador y lo dejo…. aquí. (Sobre el miembro) Pero me he dejado el cobertor.
Cinesias.- No hace falta, joder. Yo sólo quiero acostarme contigo.
Mírrina.- No te preocupes, torito bravo, lo harás. Ah, una toalla para la sobaquera tuya que canta… y perfume. (Se aparta. Lisístrata le da la toalla y el perfume)
Cinesias.- Muera de mala muerte el primero que coció el perfume.
Mírrina.- (Le da la toalla) Los sobacos. (Le da el perfume) Coge este frasco.
Cinesias.- Venga, calamidad, échate y no me traigas nada más.
Mírrina.- Eso voy a hacer. Ya estoy descalza. Pero, vida mía, has de votar a favor de la paz.
Cinesias.- Pensaré en ello. (Mírrina se escapa) Me ha matado, me ha hecho trizas. Y encima de todo me deja así, descapullado. ¿Con quién me acostaré si me rechaza la más guapa de todas?
Corifeo de ancianos .- (Entrando)
Terrible es tu mal, desdichado,
te has quedado jodido y abandonado.
Cinesias.- ¡Oh Zeus, qué terribles convulsiones
han de soportar mis …. ?
Corifeo de A..- Pues así te ha puesto la cosa
esa mujer asquerosa.
Cinesias.- No, no, es dulce y adorable,
es cariñosa y amable.
Corifeo de A.- ¿Cómo que dulce y cariñosa?
Lo que te ha hecho es una guarrada monstruosa.
La tendrías que coger, tirarla al aire y que al caer de nuevo a tierra, plaf, se quedara encajada en la punta.
Cinesias.- ¡Uauuu!
Escena IX:
CONVERSACIONES DE PAZ ENTRE ESPARTA Y ATENAS
(Entra un Heraldo espartano en erección debajo del manto. Lleva una bandera blanca.
Le sale al encuentro un Consejero ateniense, con una erección semejante y con bandera blanca )

Heraldo Espartano.- ¿Dónde está el Consejo de Ancianos de Atenas? Quiero dar una noticia.
Consejero Ateniense.- ¿Quién eres? ¿Un hombre o un Unicornio?31
Heraldo E.- Soy un heraldo o mensajero de Esparta y he venido a tratar de la paz.
Consejero A.- Yo soy un Consejero Ateniense. ¿Vienes en son de paz y traes una lanza escondida en la entrepierna?
Heraldo E.- No traigo nada.
Consejero A.- ¿Por qué te cubres con la clámide? ¿Estás en erección, eh?
Heraldo E.- No, por Zeus, no digas chaladuras, so majareta.
Consejero A.- La tienes tiesa, desgraciado. ¿Pues qué tienes ahí?
Heraldo E.- Un bastón espartano para apoyarme al caminar.
Consejero A.- Anda ya. Entre nosotros, dime la verdad, que estoy enterado, ¿cómo andan los asuntos en Lacedemonia?
Heraldo E.- Tiesa está toda Lacedemonia, y todos los espartanos están empalmados. Nos hacen falta los cuencos de las mujeres para mojar. Muy malitos estamos todos.
Consejero A.- Y de dónde os ha venido ese mal.
Heraldo E.- Todo empezó con una tal Lampitó y luego las demás mujeres de Esparta, como si salieran todas a la misma vez en una competición, nos echaron a todos los hombres de sus coños. Y así empezaron, como dicen ellas, la huelga del “chichi”.
Consejero A.- ¿Y cómo estáis?
Heraldo E.- ¿Cómo vamos a estar? Jodidos; Vamos encogidos para que no se nos note. Y las mujeres no nos dejan ni tocarles el mirto, mientras que todos de acuerdo no hagamos la paz en Grecia.
Consejero A.- Lo mismo nos ocurre aquí en Atenas. Esto es una conjuración general de las mujeres: ahora lo veo claro. Rápido, di que envíen aquí embajadores con plenos poderes para tratar de la paz. Yo voy a decir al Consejo de Atenas que elija otros embajadores de aquí.
Heraldo E.- Voy volando, lo que dices está muy requetebién. A esta situación hay que buscarle algún apaño. (Salen los dos en direcciones opuestas)


Escena X:
DUELO VERBAL ENTRE CORIFEOS

Corifeo Ancianos.- No hay fiera más mala de combatir que la mujer, ni siquiera el fuego, ni hay pantera alguna tan descarada.
La Corifeo.- ¿Y sabiéndolo luchas contra mí, idiota, cuando te es posible tenerme como amiga fiel?
Corifeo A.- Cuenta que yo no he dejar de odiar a las mujeres nunca.
La Corifeo.- Peor para ti.
Corifeo A.- (Restregandose el ojo) Se me ha metido en el ojo un condenado mosquito. ¿No podrías sacármelo?
La Corifeo.- Deja que vea. ¡Vaya pedazo de mosquito! A ver, a ver. ¡Ya está fuera! (Se lo ha quitado)
Corifeo A.- Por Zeus, me has hecho un favor. Parecía que estaba cavando un pozo en mi ojo. Vaya lagrimones que me salen.
La Corifeo.- Ven te secaré las lágrimas y, aunque eres malo, te daré un beso.
Corifeo A.- No, no me beses.
La Corifeo.- Tanto si quieres como si no. (Se lo da)
Corifeo A.- Ojalá os muráis todas, que os dedicáis a engatusar a los hombres. Mira que está bien dicho aquello de “No se puede vivir con ellas, las muy malditas, ni sin ellas las muy …” Es broma. Ahora mismo hago las paces contigo y en lo sucesivo ya no te voy a hacer ninguna burrada ni tú a mí. Vamos a juntarnos todos y todas para empezar el canto.

El y la Corifeo juntos: ( Señoras y caballeros
de nadie hablaremos mal,
aunque nos caiga fatal,
lo juramos, lo primero.

Mujeres de todo el mundo,
queremos la paz pedir,
no os vais a arrepentir,
lo juramos lo segundo.
Señores del mundo entero,
a todos querremos más,
es cierto como verás,
lo juramos, lo tercero.
Lo juramos, lo primero,
lo juramos, lo segundo,
lo juramos, lo tercero.)

Escena XI:
LOS EMBAJADORES

Corifeo Ancianos.- Aquí llegan de Esparta los embajadores arrastrando sus barbazas y sus mostachos, y con una jaula entre los muslos.
(Entra un embajador espartano o laconio empalmado bajo la capa)
En primer lugar, laconios, bienvenidos seáis. Y ahora, contadnos en qué situación venís.
Embajador Laconio.- Enfermos todos, pero que muy malitos.
Corifeo A.- ¿Por qué no entran el resto de embajadores?
Laconio.- Tienen vergüenza.
Corifeo A.- ¿De qué?
Laconio.- (Se levanta la túnica) De que se abra la jaula y se escape el pajarraco.
Corifeo A.- Ahí va, sí que estás enfermo de verdad. Menuda inflamación.
Laconio.- Pues esa no es nada al lado de alguna que vas a ver, que son inflamaciones agudas. Ni contarlo se puede, ¿qué va uno a decir? Que alguien venga y haga la paz con nosotros de cualquier manera que sea. (Al resto de embajadores) Vamos, entrad ya, que es para hoy. (Entra el resto de embajadores con grandes penes que se notan bajo la túnica)
Corifeo A.- Por todos los dioses del Olimpo y sus alrededores, ¿esa enfermedad no será contagiosa?
Laconio.- Contagiosa… no lo sé, pero jodida… mucho.
Corifeo A.- Pues más vale que os tapéis bien con los mantos, no sea que venga alguno de esos que se dedica a capar las estatuas de Hermes, porque están con el instrumento al viento. Aquí se acercan también unos paisanos atenienses.
(Entran los embajadores atenienses. Penes en erección bajo las túnicas) Pero ¿qué veo? También tienen los síntomas de la misma enfermedad. No hay duda, es una enfermedad contagiosa. A no ser que sea una competición deportiva para saber quién mea más lejos o quién la tiene más larga o más gruesa.
Consejero Ateniense.-
¿Quién puede decirnos dónde está Lisístrata? Pues nosotros estamos como estamos.
Corifeo A.- Para estar seguro de qué se trata, lo mejor es preguntarlo. ¿Acaso padecéis alguna enfermedad? ¿Es que os ataca la tiesura por la mañana?
Consejero A.- Por Zeus, por culpa de la tiesura estamos hechos polvo. Si los espartanos no hace la paz con nosotros, estamos perdidos.
Corifeo A.- Aquí están los espartanos.
Consejero A.- Salud, lacedemonios, nos ha pasado algo terrible.
Laconio.- No creo que sea más terrible que lo que nos está pasando a nosotros. Aunque por lo que veo, nos está pasando lo mismo.
Consejero A.- Eso parece. ¿Para qué habéis venido aquí?
Laconio.- Como embajadores de la paz.
Consejero A. Bien dicho. Nosotros hemos venido para lo mismo. ¿Por qué no llamamos a Lisístrata que es la única que podría reconciliarnos?
Laconio.- Sí, por todos los dioses, a Lisístrata y a Lisístrato, si hace falta.
Consejero.- Al parecer no será necesario llamarla, pues, al oírnos, acude ella por su cuenta.
Corifeo.- Hola mujer, la más valiente de todas. Ahora te toca a ti, aparecer inflexible y suave, buena y mala, orgullosa y humilde, llena de astucia, para que todos los griegos, cautivados por tus hechizos se rindan ante ti. Todos juntos confían en que tú puedas solucionar su problema: (señalándose las entrepiernas) esa epidemia, esa gripe aviar que ataca a los pajarracos y los deja tiesos.
Lisístrata.- Esa epidemia desaparece sola, si solucionamos otra epidemia peor: la guerra. No será difícil porque estáis atrapados por los deseos de paz y de cama y no tenéis ganas de intentar nada unos contra otros. Viene conmigo la que ha de salvaros de las epidemias, la Doctora y diosa Conciliación 32 (nota muy importante a pie de página) con su equipo médico: la enfermera Armonía y la enfermera Concordia

Escena XII:
LAS DIOSAS CONCILIACIÓN, ARMONÍA Y CONCORDIA
(Entra Conciliación con bata blanca y bikini debajo; de la misma guisa las dos enfermeras que la acompañan
con brazalete de la cruz roja. Conciliación lleva un enorme libro).

Conciliación.- (A Armonía) Armonía, Acércate a los espartanos, pero no a lo bruto como hacen los hombres, sino con dulzura y me los traes todos aquí. (A Concordia) Y tú Concordia, haz lo mismo con los atenienses. Que no se os pierda ni uno por el camino. Al que no quiera venir, lo agarráis del cipote y me lo traéis a la fuerza. (Salen las enfermeras) Como que me llamo Conciliación que atenienses y espartanos se han conciliar. Lo que hay que discurrir para que estos hombres arreglen sus peleas, Menos mal, amiga Lisístrata, que tu propuesta de huelga de sexo, fue una gran idea.
Lisístrata.- Aunque está feo que yo lo diga, fue una idea brillante, una idea genial. Mis padres y mis antepasados son los que me instruyeron. A ellos debo en parte mi sabiduría.

(Entran el coro de hombres atenienses por un lado, y el coro de hombres espartanos por otro.
Van conducidos por las enfermeras Concordia y Armonía).

Nota: Lo que sigue en negrita y bastardilla no consta en el original, es invención del adaptador,
pero sirve para solucionar unos largos parlamentos y discusiones que necesitarían continuas notas a pie de página.
Concordia.- Algunos vienen en una situación lastimosa.
Armonía.- Tendremos que separar los que presentan síntomas iniciales (gesto midiendo con dos dedos de la misma mano), de los que presentan la enfermedad en situación avanzada (gesto midiendo con las palmas de las dos manos) o los que son claro caso de pronóstico reservado. (separa los brazos para medir el tamaño del pene)
Conciliación.- Hay que tomarles medida de… la temperatura.
Concordia.- Veinticuatro.
Conciliación.- (Consulta el libro) El doctor Hipócrates dice que “contagio leve”. A la derecha.
Armonía.- Veintiséis.
Conciliación.- (Consulta el libro) Leve. A la derecha también.
Concordia.- Veintinueve.
Conciliación.- (Consulta el libro) Grave. A la izquierda
Armonía.- Veintinueve también. A la izquierda.
Concordia.- Treinta y dos.
Conciliación.- (Consulta el libro) Preocupante, de pronóstico reservado. Ponedlo aparte, aislado.
Armonía.- Veintidós.
Conciliación.- Leve, recuperándose. A la derecha.
Concordia.- Cuarenta y cinco. (Todos miran hacia el sujeto con ese tamaño)
Conciliación.-A ver, a ver (Consulta el libro, pasa algunas páginas) cuarenta y cinco…, el libro de Hipócrates dice que… mentira. Ha hecho trampa, seguro. (Zarandean al sujeto que ha hecho trampa. Se le cae parte del pene. Le miden de nuevo)
Concordia.- (Mide de nuevo) Veinticinco
Conciliación.- A la derecha, con los leves.
Armonía.- A ver, este ¿Cuánto mide?
Concordia.- Treinta y siete.
Cinesias.- Y sin trampas
Las tres.- ¡Al podium!
Concordia.- Los que quedan parecen casos sin importancia. Además todos saben perfectamente la medida … de su temperatura. Lo importante ahora es que todos asumáis el pronóstico de mi equipo médico y confeséis públicamente la causa de estos abultados síntomas, según el criterio de mi colega el prestigioso doctor Hipócrates.

Nota: Aquí termina la escena añadida


Lisístrata.- Bien, como os tenemos cogidos por los huevos quiero reñiros a todos juntos y con razón, porque rociáis con una misma agua sagrada los altares de los mismos dioses y luego, como unos bárbaros, cogéis las armas y os dedicáis a destruir Grecia.
(Conciliación y las enfermeras se quitan las batas y se marcan un medio strip tease)
Coro de hombres.- (Mirando al equipo médico) ¡No, no! ¡Vamos a reventar descapullados!
Lisístrata.- Ahora, laconios, me dirijo a vosotros para echaros un rapapolvo. 33
Laconio.- ¿Ha dicho polvo?
Corifeo.- No, ha dicho rapapolvo, regañina, reprimenda.
Laconio.- ¡Ozú, qué lézico mah culto!
Lisístrata.- ¿No sabéis que en una ocasión vino aquí a Atenas, Periclidas embajador espartano, se sentó ante los altares y pidió un ejercito que los ayudara para sofocar la rebelión de los mesenios? Le enviamos un ejército de cuatro mil jinetes y salvó a Lacedemonia entera.
Embajador A.- (Al Laconio) Sois injustos, luchando ahora contra nosotros.
Laconio.- (Que sólo hace que mirar a Conciliación) Somos injustos, pero mira, ¡qué culo tiene la Conciliación, qué maravilla, no se puede aguantar!
Lisístrata.- ¿Qué creéis los atenienses, que os voy a dejar sin reproches? ¿Acaso no os acordáis que a su vez, los laconios, cuando Atenas estaba sitiada por los tesalios, vinieron en nuestra ayuda y liberaron la ciudad? Si no hubiera sido por ellos, aún iríamos con alpargatas.
Laconio.- (Al embajador Ateniense) ¿Y ahora quiénes son los injustos? (Por Lisístrata) Mujer más noble no he visto nunca.
Embajador A.- (Mirando a Conciliación y a las enfermeras) ¡Ni yo he visto nunca unas mujeres más buenas! 34
Lisístrata.- Y habiendo por medio tan buenas… acciones, ¿por qué seguís luchando y no acabáis ya con esa hostilidad? ¿Por qué no os reconciliáis? A ver, ¿qué os lo impide?
Laconio.- Lah curvah de Consiliasión noh quieren reconciliá, Er reconsiliador que se la reconsilie, buen reconsiliador será. Anda que no ehtá buena
Embajador A. Buena no, buenísima. Y las piernas de Armonía ni ti digo, y “las concordes” de la Concordia también están para reconciliarse.
Laconio.- Nosotros lo hemos dicho primero.
Embajador A. Las palabras se las lleva el viento. Aquí lo que importa es quién se las liga primero
Lisístrata.- No os peleéis por un par de piernas, y unos traseros redondos.
Laconio.- Eso, eso es lo que queremos, redondos.
Embajador A. Yo quiero desnudarme ya y labrar el campo.
Laconio.- Y yo acarrear dos hermosos montones…35 de hierba fresca.
Lisístrata.- Cuando os reconciliéis podréis hacer todo eso, pero si queréis hacerlo no tenéis más remedio que ir a vuestro país y consultar con vuestros aliados.
Embajador.- ¿Con qué aliados?
Laconio.- (Señalando los penes) Con estos.
Embajador A. La tenemos levantada
Laconio.- Mucho.
Embajador A. ¿No le va a parecer bien a los aliados, lo mismo que a nosotros, joder?
Laconio.- A los míos, seguro que sí, por los dioses.
Embajador A. También a los nuestros, por Zeus.
Lisístrata.- Bien, ahora las mujeres agasajaremos en la Acrópolis, a los representantes de Atenas y de Esparta.
Laconio.- ¿Qué es eso de agasajaremos? (Hace un gesto obsceno)
Embajador A. No seas bestia, en la Acrópolis que es un lugar sagrado, no se puede joder. Está hablando del banquete para celebrar la paz
Lisístrata.- Una vez dentro de la Acrópolis os daréis los juramentos y las promesas de paz. Luego cada uno cogerá a su mujer y se marchará a su casa.
Embajador A. Pues, vamos rápido.
Laconio.- Donde tú quieras.
Coros de Atenienses y Espartanos.-
Sí, sí, cuanto más rápido mejor.
(Intentan los dos coros salir en tropel. Los detiene Lisístrata)
Lisístrata.- Únicamente los representantes, dos representantes.
Para entrar en la Acrópolis debéis encender una antorcha. Aquí el fuego es sagrado.
Traed dos antorchas.
Embajador A.- (Acompañado de un gesto obsceno) Nosotros ya tenemos la antorcha encendida.
Laconio.- Y tan encendida: una brasa para asar (Con doble sentido y achuchando a las mujeres) las chuletas de estas corderitas. (Les traen antorchas al Embajador Ateniense y al Laconio) (Lisístrata entra en la Acrópolis con las mujeres, con Conciliación, Armonía y Concordia, y con los dos embajadores: el Ateniense y el Laconio.
Escena XIII:
CORO HOMBRES ATENIENSES Y ESPARTANOS
Coro Conjunto de hombres atenienses y espartanos cantando.-
(Menuda comilona / se van a dar;
cuando ya estén hartos / los harán firmar.
Menuda borrachera / van a coger;
cuando ya estén ciegos / la paz han de hacer
Coro conjunto recitando.-
Ellos eran dos, ellas eran cien,
como no hayan firmado
se los van a comer.
(Pausa de espera impaciente de espartanos y atenienses)
Una hora más tarde, salen como salen.
Escena XIV
FIRMAN LA PAZ
(Entran medio borrachos el Embajador Ateniense y el Laconio apoyados en Concordia y Armonía.
Llevan antorchas).

Embajador A. Abrid la puerta. (A las mujeres del Coro que también salen de la Acrópolis) Echaos a un lado. ¿Qué hacéis ahí paradas? (Provocándolas eróticamente con la antorcha) ¿No querréis que os queme yo con la antorcha?
Mujeres.- El vino los ha rematado / y al fin la paz han firmado.
Embajador A.- En la vida había visto un banquete semejante. ¡Y qué simpático estuvo el Laconio este!
Laconio.- Ozú, por Seuh, eh que nozotroh, cuando empinamoh er codo, zomoh muy ocurrenteh.
Embajador A.- Claro, como que sin beber no estamos en buena forma, ni en Armonía.(Tiene que apoyarse en Armonía porque ha dado un traspié) Si llego convencer con mis palabras al resto de embajadores atenienses, a éste y a este otro, cada vez que tengamos que solucionar una disputa, iremos siempre borrachos. Pero ahora, cada vez que vamos a su tierra, a Lacedemonia, y vamos sobrios, enseguida buscamos cómo alborotar y nos liamos a mamporrazos.
Laconio.- Lo mismo nos pasa a nosotros. (Se abraza a Concordia y le echa mano al culo) ¡Ay Concordia que estás más buena que una hogaza de pan recién salida del horno!
Músicos, coged la flauta, para que yo pueda bailar una dipodia lacedemonia y entonar una canción preciosa.
Embajador A.- ¿Qué es eso de la dipodia?
Laconio.- Ya tenía yo ganas de que me preguntaras algo que no supieses. Una dipodia es una canción que se baila – di podia – con los dos pies, ¿te enteras, chaval?
((Da unos pasos al ritmo de las palmas de todos, pero cuando empiezan a acelerar, se cae al suelo)
Embajador A. Has dicho a dos patas, no a cuatro.
Laconio.- Es que hace tanto tiempo que estamos en guerra, que se me ha olvidado la danza de la paz. (Se levanta ayudado por Concordia)
Embajador A.- Vamos, coged los instrumentos de viento, por los dioses, y vamos a cantar.
Danza de los Laconios:
(Mnemósine celeste, / diosa de la memoria, 36
tú que a las nueve musas / pariste con paciencia, 37
infunde en nuestras mentes / unos gramos de ciencia;
tú que conoces mucho / de todos nuestra historia.)
Laconios.- Ahí queda eso, a ver si lo mejoráis.
Danza de los Atenienses.-
(Oh Ártemis diosa cazadora,
divina doncella, ven ahora.
Que nunca luchemos, nunca jamás,
que dure, por siempre siempre, la paz)
Atenienses.- ¿Qué os ha parecido?
Laconios.- Muy bonito. Hemos quedado empatados.
Atenienses.- ¿Cómo que empatados?
Laconios.- Estamos todos hechos polvo ¿no?
Embajador A.- Eso es cierto.
Laconio.- Pues ya está, empatados a polvos. En diez días que ha durado la huelga esta de las mujeres, no hemos metido “ni un gol”, “cero a cero”.
Lisístrata.- Eso lo vamos a arreglar enseguida, hala, como todo ha salido muy bien, amigos laconios, y paisanos atenienses, llevaos a estas mujeres. (Alboroto. Cada uno va a juntarse con la que le apetece y ellas, lo mismo) Cada uno a su mujer, y cada mujer a su marido, no al marido del vecino. (Se normaliza el caos). Y a ver, si a partir de ahora, no hacemos el capullo (Todos los hombres se lo cogen con cara de sufrimiento) y no volvemos a cometer errores.

Danza final.-
Ya nos queda poco / de estar empalmados;
no podéis saber / lo mal que se pasa.
Ya tenemos ganas / de estar relajados
y pegar un polvo / tranquilos en casa.



NOTAS ACLARATORIAS:
1 Baco o Dioniso, dios del teatro y del vino. Como en muchas obras de Aristófanes aparece el tópico de las mujeres, amantes del vino y del desenfreno sexual (notas 2 y 3).
2 Pan: Fiesta de juergas eróticas.
3 He cambiado el nombre de la diosa Genetílide por uno de alusión erótica más clara.
4 Piensa en el pene
5 No es precisamente una visión feminista, pero Lisístrata le dará la vuelta al argumento y aprovechará la idea.
6 La misma palabra se traduce como barco y como caballo o silla de montar y hace pensar en una postura erótica.
7 Metáfora sexual muy frecuente en Aristófanes.
8 Mirrina está relacionada con el nombre del mirto que designa la planta y también el sexo de mujer.
9 En el original habla en dialecto laconio o espartano.
10 Se comprobaba que los animales que sacrificaban a los dioses estuviesen en perfecto estado y no tuviesen ningún defecto físico. De ahí que había que palparlos, como ahora hace Cleonice.
11 La palabra tiene dos significados “llanura” y “sexo de mujer”
12 Se refiere al vello púbico.
13 Se dice que desde ese monte, las mujeres espartanas despeñaban a los hijos que nacían con defectos y malformaciones que les impedían ser soldados.
14 Alude a la fama del vino de Tasos y a la fama de bebedoras de las mujeres que lo beben puro, sin aguar (la costumbre era aguarlo).
15 En este caso, el cántaro, para ver cómo es el vino.
16 La que bebían para reconciliarse dos partidos en disputa.
17 El corifeo era el jefe del coro.
18 La policía de Atenas estaba compuesta por esclavos escitas, mercenarios a sueldo del gobierno.
19 Divinidad frigia que se identificó con Dioniso. Se asociaba con ritos y orgías sexuales
20 En el original “arqueros escitas”
21 En el original “por Ártemis”. Diosa de la caza, pero a la vez protectora de los animales, especialmente de los ciervos.
22 En el original “Por la Lucífera”, portadora de luz. Se asocia con Ártemis y con Selene. Pero Ártemis se acaba de citar.
23 Por las tetas.
24 En griego “Lisímacas”.
25 Feroces y cabellos de serpientes es una breve cuña explicativa del personaje, que no aparece en el original.
26 “La diosa del parto” no aparece en el original, es un añadido informativo sobre la divinidad invocada.
27 Viene empalmado
28 Doble sentido: el camino y la erección.
29 “Que protege los cultivos” no aparece en el original, es un añadido explicativo de quién era la diosa Deméter.
30 Hércules o Heracles tenía fama de glotón.
31 En el original Conísalo que era una divinidad obscena. Lo he sustituido por Unicornio porque el cuerno hace referencia a la erección del heraldo.
32 Como ya sabemos, Conciliación, en el original de Aristófanes aparece sola y desnuda; no habla y su misión consiste en entrar a los coros (empalmados) de hombres espartanos y atenienses para que firmen la paz. Pero aquí he optado por cambiar la anécdota final, manteniendo el objetivo de firmar la paz. Con todo, la letra que no está en negrita pertenece al original.
33 La expresión “echaros un rapapolvo” da más juego que la expresión original “echaros una regañina” (reñiros) porque se puede mal-entender con doble sentido, como sucede a continuación.
34 En el original y refiriéndose a Conciliación, desnuda, dice: Y yo nunca un coño más hermoso
35 Por los pechos de la que está mirando
36 Añadido explicativo sobre el personaje.
37 Añadido explicativo.



T Í T U L O S D E C R É D I T O



ACTORES
MÚSICOS
Lisístrata: Azahara Rodríguez
Cleonice: Sofía Vallejo
Mirrina: Rocío Juárez
Lampitó: Marta Soriano
Corifeo Mujeres: Raquel Ferri
Diosa Concialiación: Nuria Llorens
Concordia: M.C. Torres de Fez
Armonía: Antía del Palacio
Coro de mujeres: Clara Riera, Carolina Torralba, Teté García, Silvia Llorens, Lucía Monsalve, Érika Ochoa, Priscila Espinosa, Laura Orellana, Raquel Rodrigo, Luzma Moyano, Melania Vila, M.C. Sáez, Sara Sánchez, Thibaud Duchateau.
Comisario: Iván Palmer
Cinesias: Christopher Ripoll
Corifeo hombres: J.E. Perona, Josué Romero
Embajador Ateniense: Orencio Merchante
Embajador Espartano: Unai Hilario
Coro de hombres: Álvaro Cabrera, L.C. Micó, Nicolás Chornet, J.Carlos Jiménez, José Pérez, Pablo Segura, Rubén Puchol.
Percusión: Juan Segarra, Manuel Molina, Lendro García, Luis F. Martínez, Vicent Calatayud, Eva Coves
Clarinetes: Inma Sánz, Eva Sáez, Amanda Galdón, Nora Recatalá, Eva Vañó, Inma Herreros, Laura Albir
Flauta: Judith Viana
Piano: Sergio Pérez
Saxo Tenor: Jordi Cuquerella
Saxo alto: Pablo Jimeno
Trompeta: Joaquín Cháfer
Trombón: Rafa Marí
Flauta: Ángela Llopis
Oboe: Sonia Rufino
Xilófonos y metalófonos: Soraya Albiñana, Kimberly Crellin, Carla Martínez, Shakti Alonso, Ana Corral, Francisco J. Causera, M.Ángeles Domingo, Juan A. Herrero, Sonia Jiménez, Cristina Jiménez, Almudena Lorente, Sara M. Gómez, Madeleine Marten, Diana Martínez, Zara Moratalla, Borja Sancho, Patricia Rodríguez, Marina Sánchez, Rocío Serrano, Candela Bañó, Jasmina Zahlan